jueves, 20 de noviembre de 2008

MaRieLa y JuAn

Esta noche Juan, esta será tu última noche. Te preparé la mejor comida, tu favorita, con el Pie de Limón y todo, la casa está limpia. Tu pijama bien doblada, no te dará tiempo de usarla... Quiero que todo esté perfecto, inmaculado, después de veinte años es lo mínimo que puedo ofrecer para tu muerte, luego de tantos maltratos, humillaciones y vejaciones. Ya imagino como sucederá todo: Llegarás con ese maldito olor a cigarrillo, alcohol y el perfume barato de la zorra de turno, gritarás por tu comida, tirarás la ropa que traias puesta en la sala, veré los arañazos en tu espalda y me darás explicaciones absurdas aunque ni siquiera te las pida. Te sentarás en la mesa y gritarás que la comida apesta, aún cuando no la has probado, comerás tres bocados y dirás que perdistes el apetito, pedirás una cerveza, como no te la daré, te levantarás a buscarla mientras gritas y denigras de mí, me llamarás inútil hasta que te canses, subirás al cuarto y gritarás de nuevo, pidiendo tu pijama, sin importar que la estés viendo sobre la cama doblada y, justo ahí, en ese momento... Te estaré esperando detrás de la puerta, te asesinaré con tu propia arma, no puedo fallar, ya he planeado esto mil veces...
Mariela repasaba una y otra vez frente al espejo este pseudo-diálogo como si fuese una lección de primaria, mientras veía los hematomas en su cuerpo, le ardía el alma de dolor y rabia... Escuchó la puerta cerrarse de un golpe, y la historia comenzó a rodarse como lo predijo, como siempre, como todas las noches. Mariela lloraba, estaba nerviosa, lo escuchó subir las escaleras gritando que era una inútil, preparó el arma, Juan entró al cuarto gritando por su pijama. Lo apuntó con el arma, se mordió los labios para no gritar, lo tenía de espaldas, presentando el mejor blanco, pero no pudo halar el gatillo... Escondió el arma y fue a desdoblar la pijama para entregársela. Juan la tomó fuertemente de los brazos y la arrojó sobre la cama, Mariela apenas gimió y aguardó a que la hiciese suya. Le desgarró la ropa, como un salvaje se montó sobre ella, la penetró incansablemente, dándole rápidas embestidas, mientras le susurraba al oído que era una inútil y una puta, que no servia para más nada, solo para servirle, ella se excitaba cada vez más al sentir a su macho poseerla, haciéndola saber su esclava, ambos gritaban de placer, él al golpearla y ella al ser golpeada, resultaban una simbiosis enferma y agresiva, intolerante, finalmente obtuvieron el orgasmo casi simultáneamente.
Juan sabe que Mariela estará siempre ahí arrodillada, dispuesta a ser humillada y por sobre todo a satisfacerle. Mariela sabe que Juan la golpeará toda su vida, pero ella lo ama, porque nadie como él la sabe hacer sentir un "traste"

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