Eduardo lleva un secreto debajo de su ropa, ya ha sido rechazado una vez, dos veces, tres veces, por la maldita sociedad. Eduardo quiere a Donato, lo ama con locura, pero lo calla, lo esconde como el polvo que se barre y se echa bajo la alfombra, como si fuese algo prohibido.
Eduardo necesita escuchar a diario que no está errado que, su mundo no es alterno y que se puede querer a alguien de su mismo sexo. Pero se limitan a apretones de manos y miradas poco intensas.
La familia de Donato odia a Eduardo, porque piensan que él lleva a su hijo por un camino de perdiciones y de alejamiento del señor y el cielo. Donato no quiere separarse quiere seguir unido a Eduardo, pero se siente culpable, cree que nunca podrá entrar a los cielos por estar enamorado de alguien con quien no podrá nunca reproducirse.
Eduardo tiene un gran secreto por dentro, que sale y grita a mil voces cuando se encuentra junto a Donato entre un pequeño cuarto, donde se olvidan que existen dioses, donde se olvidan que son culpables, donde pecan, pecan y pecan, donde sus pieles se juntan y se vuelven la misma carne.
-¡Sodomitas! ¡Infames! ¡Invertidos! ¡Lacras! ¡Basuras!
Donato Toca su crucifijo y pregunta ¿dónde está Dios? ¿Estoy realmente abandonado? ¿Por qué mi madre me grita todas esas burdas palabras? ¿Estoy mal? ¿Soy realmente una basura? se abraza a Eduardo y quisiera dormir así siempre junto a él, sin necesidad de ocultar lo que son, sin que tengan que ir escondidos como perros con sarna.
Eduardo tiene un secreto debajo de su ropa, ama con locura a Donato, Donato tiene monstruos en su cabeza que chocan y se estrellan alrededor de sus tinieblas y solo en medio puede ver una imagen clara a "Eduardo".
Eduardo y Donato dos almas gemelas enredadas entre pieles, hostigados por sus padres huyen a hoteles careciendo de fortaleza, se desploman en el regazo de cada uno, llorando y besándose mientras sientan que es amor.
Aún en las noches cuando duermen juntos Donato se despierta aterrado escuchando la voz de su madre:
-¡Sodomitas! ¡Infames! ¡Invertidos! ¡Lacras! ¡Basuras!
Solo Eduardo lo controla y lo vuelve a hacer dormir, mientras se preparan en la mañana para ocultar su pasión y esconder debajo de sus ropas su secreto...