viernes, 14 de marzo de 2008

¡¡¡EsTaBaN VaCiAs!!!

Recuerdo que siempre que pasaba por aquella calle encontraba a esos dos viejitos agarrados de las manos, sentados en sus mecedoras, viendo pasar a todos los muchachos que corríamos y gritabamos jugando a la "ere" o el "escondite".
Entonces todos cansados llegabamos hasta donde estaba Sr. Vidal tejiendo un chinchorro y silbando una canción alegre. Y comenzaba la ronda de preguntas que le hacen los niños a los iejos:
-¿Qué está haciendo Sr. Vidal?
-Un chinchorro Armandito, pa' dormir en las tardes atrás en el patio cuando pega fresco.
-¿Y no se cansa las manos porque todos los días que jugamos aquí lo vemos tejiendo el chinchorro?
-Es que yo hago varios todo el tiempo, por ejemplo la semana pasada le regalé uno a tu papá Angeliquita.
-¡Pero mi papá no me deja echarme colita, dice que eso no es pa' jugar! -Y así íbamos todos haciéndole toda clase de preguntas, a las que él a veces se las ingeniaba de una u otra forma para respondernos. Y la Sra. Elisa salía con unas galletas y jugo para darnos a todos, entonces salíamos corriendo donde ella para agarrar de primeros:
-Venga muchachos, que traje para todos, quédense tranquilos. -Nos decía mientras nos iba dando una galleta y un vaso de jugo a cada uno. Entonces las niñas le preguntaban a la Sra. Elisa, ¿como había conocido al Sr. Vidal? Todos los varones protestabamos porque habíamos oído ya esa historia, entonces todos nos retirabamos donde estaba el Sr. Vidal y las únicas que se quedaban eran las niñas.
Nos fascinaba oirlo contar todas esas historias de cuando era marinero.
-Y...¿Ud. ha visto tiburones sr. Vidal?
-Sí, calro, tienen unos dientes grandes que pueden arrancarte el brazo de un mordisco.
-¿Pero ud. no les tiene miedo?
-Claro que sí, ellos son muy grandes y peligrosos... -Que tiempos aquellos, los de sentarnos con las piernas en forma de indio y escuchar todas esas historias, pero el nintendo cambió muchas de esas tardes y luego las computadoras y el internet a veces nos hacía pasar por frente esa casa e ignorar a esos viejitos.
Luego me mudé de allí hace un buen tiempo ya, pero la nostalgia es un sentimiento enorme, entonces visitando aquellas calles, aquel barrio, donde tanto solía jugar, quise pasar por esa casa de grandes rejas negras, con un porton de madera y el frente pintado de verde con una mata de mango que daba sombra... Pero al llegar, la encontré mutilada, la mata no estaba, las rejas ya no eran negras y el porton de madera ahora era de hierro. Pero lo que quería ver no estaba presente, no habían viejitos por allí.
Me asomé en la puerta para ver si les veía y vi esas mecedoras que tan familiares me fueron en
otrora pero... ESTABAN VACIAS, ¿que ha pasado con el Sr. Vidal y la Sra. Elisa?
Pregunté por ellos en la casa, me dijeron que habían muerto hace un año, primero la Sra. Elisa de un paro respiratorio y luego el Sr. Vidal de Tristeza, o eso creía su hijo...
Me asombré de aquello, de esos viejos, de sus mecedoras vacías, pero quizás se encuentren por allí en algún lado contando la historia de como se conocieron o los dientes de los tiburones...
Sus mecedoras quizás estaban vacías, pero en mi corazón aún están, tejiendo chinchorros y sirviendo galletas y jugo a unos niños necios ansiosos de preguntar...